Tenía esta sensación de pertenecer a ella. Lo sentí en un instante. Solamente me senté en aquella terraza blanca, en aquel banco que se mecía a observar lo que hacía. Ella leía tan calmada, tan tranquila, como si el mundo a su alrededor hubiese dejado de existir. Caía una lágrima por el borde de su mejilla como si quisiese ser amada, era su alma que brotaba como brota algunas flores en verano sólo que el sol no pegaba en su cara. Sentí que su pecho se aceleraba, ¿eran sus ganas de querer? Quiéreme, quería suplicarle. Pero no dije ni una palabra, era su momento y la dejé desaparecer en él. Mientras lee me lee, soy yo aquella historia que quiere vivir. Imagino que es así.
Comienzo, entonces, a naufragar por su forma, la silueta que hace de ella un tormento, que me invita a amarla, pero el alba me lleva la delantera la va escondiendo mientras las sombras se ocultan, quedando la penumbra y quedando yo en silencio, espiando lo que no muestra a cualquiera, lo que añoro por ser eterno. Me hipnotiza y me destroza. Luego de un rato, se detiene, voltea y posa sus ojos sobre los míos, se recuesta en mi sonrisa y yo que tan sólo quiero recostarme en sus labios me inquieto, me revuelco y me quiebro. La pesadez de no tenerla es apenas soportable. Quizás si le canto al dormir se despierte con el corazón tembloroso, sudado, empapado de sueños, dichosa por aquel encuentro que cambiará los sonetos vacíos y los libros que le recuerdan porque no debe leerlos. Yo estallaré, seré trozos de risas compuestos al oído. Es el momento. Me sentaré de nuevo en la terraza de nuestra casa a recordar cuando no era nuestra. Te esperaré como si no tuviese tiempo, con una flor en la mano, aquella que tanto te gusta, que entre juegos pronunciaste con encanto y dulzura, y con la otra te haré una invitación en forma de palabras para descubrir qué es lo que la distancia significa para ti. Compartiré contigo medio beso de bienvenida, el espacio y la comida. Pero ahora que sólo veo esa lágrima caer, me resigno, dejo de ser historia y me levanto a darte un abrazo. Me coloco a tu lado y sin aquella flor y sin aquellas frases te envuelvo, y así sin quererlo, sin pensarlo, en un instante te pertenezco.
Jessica Rodríguez Mezerhane.
(Texto en género libre)